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miércoles, 18 de enero de 2012

Aeropuertos.

Cuatrocientos años de espera equivalen a 4 horas sentada en una silla, dura, mirando una pantalla, en la que aparece tu medio a casa.
Ojalá pudieramos hacer como Dorothy, 3 toques de tobillos y ¡PUM! Aparezco en el salón de mi casa con mi perro encima viendo mi serie favorita.
Pero no. Dependemos de un pájaro electrónico, al que se retrasa por muchos extraños motivos, dependemos de algo en lo que no podemos ni confiar, ni asegurarnos de que verdaderamente nos llevará a casa y no a otro mundo.
Con comida más cara  de lo que muchos no pueden permitirse y con tiendas con ropa en la que oferta o rebajas no aprece en su diccionario.
Pantallas de cristal haciendo de pared, sujeta por 1 un palo, si me apoyo... me caigo.
Se ven unos aviones aterrizar, ninguno el tuyo, ¡que novedad!.
Miles de personas huyen, corren a ese pájaro. Viendo desde la ventanilla el cielo e el infierno.
¡Feliz vuelo!, se desean, feliz poco, puede que bonito si te quedas dormida.

IRENE.
                                              

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