Las cosas que no puedo decir en voz alta.

Ella se giró y miró al chico que amaba.
-Bueno, pues me voy...-Dijo desanimada.
Me agarré al brazo de Sara con fuerza.
-¡Bueno!Nos vemos el domingo.-Dije, pero ella parecía en otro mundo. Se que me escuchó pero...la veía triste.
Caminó con paso lento por la calle vacía, con los brazos cruzados en el pecho con la mirada en el suelo. 
-Como un alma en pena.-Digo Samuél, en tono melancólico y la verdad es que tenía razón. Daría cualquier cosa con que todos queríamos correr detrás de ella y acompañarla, pero también sabíamos que no era deber nuestro hacer eso, era de él.
Me volví a agarrar con más fuerza a Sara y me quedé mirándolo esperando que se moviera, que reaccionara, no lo hizo.
-¡¡Vamos!!¿A que esperas? ¡¡Ve, corre detrás de ella por Dios!!
Le miraba con ojos como platos, Sara se rió y dijo "el romanticismo a muerto", pero no era por eso por lo que lo decía si no por su frialdad. Solo era un caminito que se desviaba del suyo podría haberla acompañado. Negué con la cabeza y tiré de Sara, eran las y veinte y había que comer.
-Como dicen: en una pareja de dos siempre uno quiere más que otro. Y en este caso pues le ha tocado a ella.
Sara tenía razón pero ¿de que sirve entonces?, pobrecita, aunque también es culpa suya. Es ella la que quiere sufrir, si yo fuera ella lo enviaba a la mierda, pero bueno...supongo que algo le tiene que dar para que lo aguante.


Irene, las cosas que no puede decir en voz alta.