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miércoles, 27 de junio de 2012

Dirección: Tocar las nubes con los dedos. Olivia.

Se movía entre las ramas punzantes de los árboles. La trenza de cuero enredada al pelo ondeaba en el aire y de vez en cuando chocaba con el tronco de algún árbol. Como un espíritu del viento, como aire sin complejo. Como se movía en el bosque... lástima que en realidad solo sucediera en su cabeza.
El sillón de cuero en el estaba tumbada se amoldaba a su cuerpo a la perfección y bien se podría quedar ahí hasta que el mundo acabase.
-Señorita Mendez...
Dijo su psiquiatra arrastrando la última sílaba de su apellido, su intención era despertarla con la mayor tranquilidad posible. Pero Olivia no se movió ni un pelo, seguía en su bosque verde. 
-¡Olivia! Es hora de que abras los ojos, tengo más pacientes esperando.
Y era verdad. Fuera se oían los murmullos impacientes de gente necesitada de dormir, con problemas de sus relaciones sentimentales y con trastornos alimenticios...siempre son las mismas personas, con los mismos problemas que requieren las mismas soluciones y todos necesitan lo mismo que alguien escuche sus gritos de auxilio.
-No me manda ningún consejo o me recomienda alguna dieta o...
Empezó a pensar en cosas que le había recetado otras veces, durante tres años. Pero Álvaro Ruiz de 43 años, un doctorado y con varios másteres a su espalda, había conocido lo suficiente a la chica que hoy se erguía delante de él en sus sandalias planas de diseño, como para saber que ya era hora de que dejara de acudir a sus citas. Le tenía que mirar a los ojos y con sinceridad decirle lo que llevaba tiempo callándose, la última receta que, por lo menos él, le mandaría.
-Haz parapente. 
Los ojos castaños de Olivia se abrieron con sorpresa. Él sabía que el parapente era su límite, el límite que nunca había cruzado. Algo que siempre había querido hacer pero que nunca había podido.
-Pero...
-Pero nada. Llevas tres años viniendo y diciéndome lo mismo. Compadeciéndote de ti misma, creándote paranoias sin sentido que te han llevado por la calle de la amargura.-Se ilusionó con lo que iba a decir después.- Y es que en realidad nunca me has necesitado siempre has sido tú quien ha encontrado la solución a tus problemas. Olivia, tu problema es que necesitabas escucharte, no ser escuchada como todos mis demás pacientes, sino que no querías escucharte. Así que haz lo que siempre has querido hacer, o mejor, siente lo que siempre has querido sentir,...
Olivia sorprendida siguió la frase que Álvaro había cortado.
-Que no hay tierra bajo mis pies, y poder rozar las nubes con los dedos. Poder decir que he tocado el cielo y que por ello soy...
No pudo decir las últimas palabras. Bajó la cabeza. No podía mirar los ojos que la habían aceptado desde el primer día, porque le decían lo que ella era incapaz de aceptar...no se lo creía, no podía ser posible. Siempre había sido este sentimiento lo que la había frenado.
-Capaz de todo, Olivia, y que por ello eres capaz de todo. Es lo que te frena, el sentimiento de que no eres capaz, crees en lo imposible y eres incapaz de creer en ti misma. Sal por esa puerta ahora mismo y tírate por algún acantilado, vuelve cuando me digas a que huelen las nubes.
Salió como un tiro de la estancia. Corrió por los pasillos llenos de pacientes dirección...el cielo.
Álvaro se sintió completamente lleno después de soltar lo que tenía dentro. Debería habérselo dicho antes pero esperó a el momento justo.
Se volvió a sentar en su sillón de terciopelo verde, abrió su agenda y mirando la siguiente persona que el tocaba gritó:
-¡Siguiente!
Con una gran sonrisa en el rostro.

Irene.

                                                                         

2 comentarios:

  1. Vas a terminar por crear un blog para estas historias jajaja, muy bien, un besito.

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    1. JAJAJA si la verdad es que si, llevo un lío con Olivia, la coloco en todos sitios, pero no la casa de Olivia siempre será Lágrimas a la deriva.

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