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jueves, 9 de agosto de 2012

Días, noches, sencillas conclusiones.

No se si decirte que las cosas han cambiado, no se como enseñarte a abrir los ojos. Tenerlos abiertos... duele... cerrados... a mi nunca me gustó la ignorancia, pero supongo que cada uno toma su elección. No sé como explicarte porque prefiero pintarme las uñas de un color oscuro, cuanto más oscuro mejor, porque si te digo que es para que no me muerda las uñas, no me creerás. Si me miras, pensarás; solitaria, algo conformista, triste, risueña, se pueden juntar estas dos facetas perfectamente, las contrariedades existen, pero jamás pensaras que si me das dinero me lo gastaré en repostería. Seguramente creerás lo mismo que mi madre, demasiado flaca para que en vez tiendas de moda se pasee por las dulcerias. Pero me gusta, y lo que me gusta nunca ha tenido un porque bien definido.
Me gusta sacarle el lado filosófico a todo, es muy malo hacerlo, un gesto, una palabra, una mirada y... ¡puf! le doy tantas vueltas que me vuelvo como loca, por eso leo, para algo lo hago, porque no sé moverme en ningún otro sitio, no sé como comportarme ni como actuar. No sé en algunos momentos para que tengo brazos, a veces me sobran. Pero donde de verdad me siento bien, donde sé como moverme, que ver, que decir, es en una librería, unos se dan cuenta, otros no... Sara se dio cuenta, me acuerdo de sus palabras "este es tu sitio ¿no?" me pilló desprevenida, y solo asentí. No es amor, no es pasión, no es obsesión (aunque un poco si), no es nada de eso, solo se trata de sentirte en tu sitio por una vez. Me gusta olerlos, como me gusta el olor de las pastelerías, me gusta cogerlos, los que me susurran que son los elegidos, algunos parecen que me esperan, otros simplemente pasan desapercibidos ante mis ojos. Pero es que sé lo que tengo que hacer, se trata de leer, de clasificar, todo está orden, todo está destinado a un fin, me gusta pensar que comparten conmigo sus lineas.
Yo no sueño con un jardín, ni con una familia, para lo complicada que soy, a veces demasiado sencilla, sueño con tener una biblioteca enorme en mi casa, estanterías repletas de recuerdos, sensaciones inéditas y únicas. ¿Lo mejor? Un sillón cómodo y grande donde poder enroscarme con un libro apoyado en mis rodillas, una luz artificial, bombillas repletas de luz amarilla, haciendo sombras entre las páginas. Si alguien pregunta por el amor... dos personas enroscadas en el mismo sillón, con distinto libro, para después dejarlo y observar como lee. Eso me recuerda a cuando papá me leía libros que no comprendía y que ahora entiendo a la perfección, cuando me cansaba, mientras él seguía leyendo yo me quedaba dormida en su pecho, era tan pequeñita que mi madre decía que era igual de larga que su brazo, y viendo lo que mido ahora pues no me sorprende en absoluto. Se trata de pensar que las cosas están ahí, pero viendo todo lo malo que tengo... para entenderme y comprenderme necesitaría más de una vida, y eso me entristece, así que el amor... como no se lo que es, no puedo quererlo, y como imaginármelo me crea esperanzas transformadas en ilusiones... paso, no más. Estoy sola y estoy bien (no, no lo estoy, me sentaría bien dejar de pensar en mi, dejar de ser tan egoísta).
¿Sabéis una cosa? No duermo bien por las noches. Me acuesto, cojo el libro de mi mesilla, y enciendo la lamparita, al cabo de dos capítulos decido que estoy cansada y duermo, me siento demasiado sola en una cama tan grande (si, es de matrimonio, pero venía con la casa y la verdad es que me encanta), abrazo al perro y pronto cierro los ojos. Al cabo de unas horas me despierto, me despierto como si ya hubiese dormido bastante y en verdad solo unas pocas horas, descubro que el perro ya no está en mis brazos y lo busco desesperada hasta que gruñe por mis movimientos intranquilos, otra vez entre mis brazos; por la ventana entra una luz, que llega a alumbrar toda la habitación, durante diez minutos miro a la oscuridad, como reacciona con el contraste de la luz, y después duermo. Me vuelvo a despertar, otra vez... y a las nueve, el sueño ya deja de llamarme y me abandona, a las nueve estoy en pie, como zombi sin consuelo, mirando la tele y acariciando al perro.

Irene.

                                                           

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