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martes, 7 de agosto de 2012

Si tu confías, yo confío.

-Acaricia. Con cuidado, con mucha delicadeza. Respira hondo, la respiración es muy importante, controla a tu corazón y lo hace ir más despacio. Piensa que es como una terapia. Muy bien, ahora que estas relajado, siente lo que hay a tu alrededor; la fría brisa que se cuela por la ventana entreabierta y que se agradece, escucha las voces que dicen algo pero en realidad no lo hacen, oye tu respiración lenta y pausada, el reloj de tu muñeca, que aunque parezca que no hace sonido alguno, sí que lo hace, escuchalo y siente que está adelantado tres milésimas de segundo, mi voz, siente como sale de mi hasta tus oídos y como se pierde en el ambiente, siente la impaciencia del perro que espera algún movimiento tuyo. Y cuando hayas escuchado todo eso, confía. Confía en que puedes hacerlo y en que si no puedes no pasa nada ya podrás. Métete en la cabeza que no hay nada imposible, que todo lo imposible es posible. Ahora ella confía en ti, porque tu también lo haces, no te pongas nervioso, no pasa nada. Acepta que no puede ser tuya que ella es libre, solo cuando lo aceptes podrá pertenecerte de verdad.
(Si digo que no se a que viene todo esto... lo digo en serio, solo se me ha pasado por la cabeza y lo he escrito.)

Irene.

                                                             

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