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lunes, 29 de octubre de 2012

La vida de los presos de arena es un; Adiós, amiga mía.

Eran cárceles de arena. Cárceles echas con letras de canciones jamás escuchadas en la radio, ese tipo de canciones que hace falta rebuscarlas en lo más profundo para sacarlas a la luz.
Llovía de vez en cuando, siempre era por la noche, nadie podía disfrutar de una tarde de llovía en las fuertes barreras de arena blanca. Pero cuando llovía por la noche, amanecía un día limpio y descargado, respirar se hacía más fácil y casi se agradecía estar en las sendas de arena mirando un cielo en eterna premura, como si tuviese prisa en irse y casi tenías que entrecerrar los ojos para ver los dibujos de unos ángeles que hacía mucho que no se pasaban por allí.
Para matar el tiempo de una forma razonable nos enseñaron a hacer poesía, pero era de la mala, la poesía que solo imita lo que unos hicieron épico.
Es la mala poesía mezclada con la buena, como en los mercadillos de los domingos de primero de mes, junto al puerto, ¿alguna vez has sentido como la sal y el sol hacían un conjunto perfecto aromatizando tus mañanas tempranas en los pasillos abarrotados del mercadillo?, porque si no lo has sentido es hora de que lo empieces a sentir. Ahora es demasiado tarde para unos que se han quedado sin ángeles de la guarda, de ellos solo queda unas cuantas plumas blancas, dos frases explícitas y con misterio en la celda número 2000 y cuatro libros inentendibles donde en el primer párrafo habla de un amor que no se vive, y en el segundo una muerte vivida, fingida y soñada.
Si cerrabas los ojos acariciabas. Ningún preso de arena lloró nunca lágrimas de agua salada, pero reían letras de canciones, de las mismas canciones de las que estaban echas sus jaulas de arena, nunca se dijo que no pudiésemos salir de allí, pero nos gustaba pensar que pudiese haber alguien, en algún lugar de ese gran mundo de dunas de arena y tormentas de noches, que encontrase esas letras en baúles asiáticos y que cantase sueños... sueños escritos en pueblos de arena, con océanos de amores a primera vista y de perros que tenían cosidos los corazones de esparto, gatos de hojalata y libros de arcilla.
Los barrotes de arena formaban jaulas que hacían celdas, altas celdas rozando el infinito, era el juego preferido de los presos, creer en las estrellas fugaces y en las canciones de compositores muertos.

                                                                       moda, las uñas

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