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sábado, 29 de diciembre de 2012

Saboreemos el asfalto. Un poco más de sal y perfecto.

Después de tanto tiempo se vuelve,
se necesitan palabras, y se piensan por el camino, lo extraño es que no se encuentran,
faltan, sobran,
puede que mi ignorancia reproduzca alguna oída o vista escrita.
Era muy grande, tan grande como cree que es algo, alguien que ha apreciado lo pequeño y emocionante que es recurrir a la vista panorámica para guardar cada detalle en una mente dispersa, para volver, siempre se vuelve, ¿lo he dicho alguna vez?
Era mi sueño, mi sueño real y el que nunca pude apreciar. Pensé que como la gente que vivía ahí era capaz de pensar en una Francia con un París, en una Italia con una Roma o en una Inglaterra con un Londres, como pensar en una Navidad en un parte de Nueva York cuando se tienen delante a una España con un Madrid.
Si tengo suerte es en poder viajar y apreciar cada detalle de un lugar al que sé que se vuelve, que no son como esos sueños que anhelo y solo vienen una vez. Vivo en la tierra de lo pequeño, de la confianza, del mar y de los bosques de coníferas, pero también sé lo que un lago helado en un julio caluroso, sé lo que siente al andar en una sierra, lo que es buscar orégano y lo difícil que es encontrarlo, lo que es tener perros que no pisan una casa, sino libres como deberían serlo todos, también sé lo que es el frío helador de un Teruel congelado, un radiador ardiendo, en vez de una hoguera como en el pueblo, y ahora he añadido algo más a mi cámara sin flash; Casas del Libro, centros comerciales, y los sueños imposibles de alguien que espera impaciente cada agosto a que venga la ópera, resulta que no hace falta esperar, hay un calendario para Enero, Febrero,..., y no pude ver más, cuantos museos, cuantos monumentos, cuantos coches, y un helado muy rico de una marca extranjera, es Diciembre pero mi gran pasión siempre será el helado haga el tiempo que haga, estación que sea o cansancio que lleve encima.
Ví desde lejos, quizás bastante lejos, la imagen nublada pero hermosa de las torres Kio, torres que pasé por debajo y no pude ver de cerca, pero me las imagino, una biblioteca, y que biblioteca, una Casa América con su leyenda, la puerta de Alcalá, un banco, y unas tiendas un tanto extrañas, gente diferente, aunque no le preste mucha atención.
Y muchos, muchos, microrelatos pensados en tardes en familia, la abuela con un luto infinito, la madrina con mi zumo de naranja, un primo muy pequeño, un tío Manolo y unos primos a los que se les cogió cariño, unos patines que ya aprenderé a usar, una biblioteca Suárez, un guakamole la mar de bueno, y un Lovecraft encantador.
Me hizo pensar en el espíritu navideño, el espíritu que crece por segundos al ver las carcajadas de unos tíos algo chiflados, de una tía que todavía tiene tiempo de cantar un villancico más y de un Sami que aunque grande y bonachón es mejor no cabrearle.
Se piensa en volver en Verano, pero no hay tiempo, y son demasiadas ataduras, que tiran tan fuerte que hacen sangrar tus débiles muñecas, pero que por un tiempo, has saboreado lo que son la comprensión, las conversaciones raras, pero interesantes y saber que no eres tan diferente, que eso viene de familia, todos somos unos frikis de algo, unos de los muñequitos de el señor de los anillos, otra de los frascos de química, pero todos unidos por el amor a lo mismo, una magia escéptica, acogedora, de una literatura perfectamente ordenada en cuando más usada y apreciada, más amarilla y desvencijada.
Mmmm, los vinilos también los recuerdo, y los bailes en el salón...

La vida da muchas vueltas, y no sabes lo que ocurrirá mañana, 
pero los recuerdos siempre son los mismos.
  

coche

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