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domingo, 20 de enero de 2013

De tanto recordarnos... Solo queda el calor y la luna.

Hacía mucho calor. Y lejos de allí, Él de pelo negro alborotado unos ojos más verdes que castaños temblaba entre tanta colcha y manta. Ojalá le echara de menos en esos momentos, ojalá porque nunca se sabe, pero te sientes bien al pensar que alguien te ha echado de menos y te ha recordado recortada a la luz suave de la mesilla de noche, con una pila de libros encima, y un boli en la mano para no perderse de línea.
Hace calor. Casi nieva en las cumbres cerca de la ciudad y los abrigos te calentaban de todo menos la cara y las manos, agrietadas, rojas, dañadas por las grietas congeladas del aire frío, esas heridas dejan de sangrar para congelarse, para dejar de borbotear palabras del lado izquierdo del cerebro.
Atisbar desde el otro lado de la hoja de la puerta no esta bien, pero la curiosidad mató al gato y el gato ya llevaba muerto mucho tiempo; se quedó mirando recuerdos entrelazados, eran pocos pero únicos. Se pasaba horas acostada sobre la cama observando como se movían ante ellas esas imágenes que alteradas con pensamientos de arrepentimiento se tornaban algo grises. Sin culpa, hacía calor.
Dijo de pintar todas las habitaciones blancas con muchos colores. Dijo de desabrochar dos botones de su camisa.
Si este es mi momento y mi tiempo, porque el reproductor de música se atascó justo cuando empezaba a mover el pie derecho. Creí haber leído el príncipe feliz y lo recordé; ese gorrión que se quedó para ser los ojos y el corazón de un príncipe de piedra que pensó en ser feliz y había demasiada pobreza para estarlo, ese que dio sus zafiros como ojos y su rubí como escudo en la espada, para dar de comer a un pueblo que lo odió.
Pero déjame volver a cuando dije: Mamá, ¿cuanto falta para 2012? Tendré quince ¿verdad? Pues yo no quiero que se acabe el mundo cuando solo tenga quince años.
Parecía un comentario sin importancia y quedó grabado en el diario, para recordarme sobrevivir a tantos fines de mundo como el telediario quisiera poner. Salía de un cine que ya no está, algunos luchamos para que se quedara y no lo hizo, luchar porque algo no cambie es más complicado que para que algo lo haga. Porque yo recuerdo lo que sentí una vez, pero no lo que sentiré cuando esa vez ya no exista.
Hacía calor, y ni él ni ella lo sabían, pero querrían que los recordaran como siempre fueron. Ella lejos, y él muy cerca. Ella esperanzada con mover cada mínimo músculo de sus finas alas, y él concentrado en no perder el equilibrio por no saltar, por miedo, porque eran diferentes.
Hacía calor

los momentos en que la luna sonríe,                                
negro y blanco, sonrisa, texto
Ella lo hace también 

Él se acuerda de Ella.

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