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sábado, 5 de enero de 2013

El olor, ese olor al que nunca le he encontrado nombre, se acerca al olor de los coches nuevos pero no llega a ser ese. El olor te hace marearte y te golpea nada más poner un pie dentro del avión, ese olor viene sujeto a solo dos opciones; una es el olor de la ida, de la ilusión por ver que te deparará el destino tan solo con poner un pie en otra tierra, y la otra es el olor de la despedida, de la vuelta, vuelves, y el calor te golpea igual que ese olor, si no tuviera miedo, si fuera alguien diferente, se encuentran soluciones en el asiento incómodo y estrecho que ha protagonizado tu vida, soluciones y nuevas reflexiones, me gusta.
Nunca me ha parecido un sitio extraño en el que conocer a alguien, ni un sitio demasiado extravagante como para enamorarte, porque piénsalo un segundo; pasa mucha gente, de diferentes países, con diferentes opiniones, con diferentes destinos en mente, gente de todo tipo que solo tienen algo en común, van a algún sitio, eso explica su tarjeta de embarque. 
Llevo desde que tengo uso de razón volando y viajando, nunca he conocido a nadie ni me he enamorado pero... Todo puede ser. Es un sitio donde la gente se pega por ver a sus seres queridos aparecer con las maletas por las puertas correderas.
Bienvenidos al aeropuerto, ese olor, ese sonido tan característico, ese temor por lo desconocido, desconocido si, porque no sabes que puede pasar, tantos aparatos, tanta gente en su propio mundo y no sabes lo que va a pasar, aunque lo ponga en las pantallas de llegadas y salidas.
Y te da tiempo, te da el suficiente tiempo como para terminarte dos libros y empezar otro, tiempo para escribir sobre lo que ayer pensaste que no valía la pena.
La sala de los UM, los chaquetas rojas, los pilotos con cara de superioridad y con esos maletines y al lado (que no falten) las azafatas, que solo una de ellas te sonríe con sinceridad.
Todo en carteles grandes y símbolos, arquitecturas diferentes en cada aeropuerto, ¿mi preferido? El de Valencia, todo. Todo tan igual que ahí afuera y tan distinto a la misma vez, unos lloran, otros se enfadan y siempre con algo de razón, y otros sonríen de oreja a oreja y susurran por lo bajini; allá voy
Otros corren, y yo me río hasta que me toca correr a mí. Coger el metro del aeropuerto solo porque tu avión está en la otra punta de la que estás tú.
Y cuando dices adiós con la mano, y cuando miras mal a los polícias que te piden po favor te quites las botas, te das cuenta de algo, algo muy importante, te has olvidado de llamar a tu tía del pueblo para preguntarle donde metió el cargador del móvil, y de repente te acuerdas que eras tú quien ya lo había metido en la maleta.
Son cosas, cosas, cosas y aeropuertos, todos son iguales y siguen las mismas leyes, pero tan distintos cada hora, cada minuto, gente nueva entra y sale, gente mala y gente buena pisando las mismas baldosas que tu, gente, que no volverás a ver nunca más, pero que podría ser el amor de tu vida y tú ni siquiera te has dado cuenta.
¿Un sitio romántico? Justo delante de las paredes de cristal, con un helado de yogur en la mano y un bolso lleno de cosas "indispensables", ese, ese en un sitio perfecto para que te digan que te quieren, o para los comienzos de los te quiero, o para los finales...


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